Parte II

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TORMENTO

 

La soledad es insoportable, a solas conmigo mismo, a solas con mis pensamientos.
No sé como distraerlos, como atontarlos para que no me atormenten. Surge entonces la rabia ante la impotencia, y la agresividad es un pequeño paso que doy en ese estado.
Sentirse solo y estar solo no es lo mismo, pero en mi caso, sí, me siento solo aún cuando no estoy solo, pero lo siento mucho más cuando esa soledad es también física.
¿Soy demasiado consciente de la realidad, y los demás viven en un sueño de idiotas del que no quieren despertar (cosa que no les reprocho), o soy yo el estúpido que cree ver demasiado, sin ver nada?.
Sea cual sea la respuesta, puedo decir que nunca he pedido estar aquí y aún estando aquí, sólo pienso en cómo salir, sin hacer ruido, sin que se note mi ausencia, como si nunca hubiera estado. Y de esa manera, sentir la ilusión de no haber existido nunca.


 

 

 

 

 

 

En plena tempestad...

El día después siempre es tranquilo, ya se sabe, la resaca y el cansancio hacen que esté tirado como un muerto en el sillón mirando la tele aunque me importe una mierda lo que estén echando en ella. Sin embargo, hoy me he levantado de muy mala leche, y con impulsos homicidas y suicidas. Ha aflorado mi odio a este mundo y a esta vida y a mi mismo por estar en ella. Pongo Presuntos Implicados en la cadena de música, me gusta su voz y me gustan sus canciones, me relajan y quizás consiga ponerme en paz conmigo mismo y el mundo. Tengo ganas de llorar pero no lo consigo, la rabia me lo impiden, desearía golpearlo todo y tirarlo por la ventana y luego yo detrás, pero vivo en un primero, ¡no vale la pena!. Odio y rabia, tristeza y derrota, cansancio y resaca, todo esto a la vez es lo que siento, y la verdad, levantarse así es asqueroso, o mejor dicho, levantarse a un nuevo día es asqueroso.

                                                                                                                   
 

Nos echan a este mundo, y nadie nos ha preguntado si queríamos nacer, nadie nos previene de lo que nos espera, ingenuo pensamiento el que dice que la vida es un don, algo que deberíamos agradecer cada día que nos despertamos y cada día que pasamos y seguimos aquí...
Yo pienso (y empiezo a pensar que pienso demasiado) que también puede ser una carga, una pesada carga, que día a día algunos de nosotros llevamos encima sin poder quitárnosla, pero deseando hacerlo. No estoy loco, nadie debe juzgar que mi lucidez significa locura, ¿o quizás sí?, y por eso los cuerdos están en el manicomio.
Lo he intentado, claro que lo he intentado, pero la ¿gracia? del asunto es que he fracasado... Así que aquí sigo, sin saber muy bien qué hacer.
Una de las cosas que tengo más claras, es que la sociedad tal como es ahora, no me gusta, vivo en ella porque no me queda otro remedio, y porque al mismo tiempo que la aborrezco, la necesito para subsistir. Pero no me gusta, quizás en lugar de ¿avanzar? tanto en el campo de la tecnología, de la ciencia, del consumismo,... Deberíamos pararnos en seco y mirar atrás, mirar lo que vamos dejando a nuestra espalda, recapacitar y meditar en si realmente estamos siguiendo el camino correcto, o por el contrario, estamos destruyéndolo todo a nuestro paso como Atilas de pacotilla.
Mi pesimismo, como le llaman los demás, o lucidez, como le llamo yo, es una pesada carga que tampoco pedí llevar. Es difícil vivir así, y casi merezco una medalla por, a pesar de todo esto, seguir levantándome cada día, ir al trabajo y colaborar en algo que no deseo que siga así, sino aniquilarlo.
La aniquilación es renovación, porque al final de ella, la vida (esa eterna inmortal) vuelve a resurgir... Si tuviese el poder, destruiría al hombre, limpiaría de la tierra su huella y la dejaría libre para que la naturaleza recupere lo que siempre ha sido suyo. Y quizá, en un futuro lejano, la evolución haría que un nuevo ser inteligente poblara este planeta. Porque no considero que el hombre sea un ser superior, ni inteligente, creo que es un ser peligroso por su gran (casi ilimitada) capacidad de contaminación. Y su carente capacidad de creación, allí donde toca, la caga. Dejando un montón de mierda a su paso.

¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?
¿POR QUÉ NADIE ME AVISÓ?
¿POR QUÉ, PADRES, ME OBLIGASTEIS A NACER?
¿POR QUÉ A CADA PASO QUE DOY TENGO LA SENSACIÓN DE NO AVANZAR?
¿POR QUÉ PIENSO DEMASIADO?
¿POR QUÉ NO PUEDO ESTAR IDIOTIZADO COMO LA GRAN MAYORIA?
¿POR QUÉ?... ¿POR QUÉ?... ¿POR QUÉ?...


 

Me pregunto muchas veces porqué soy así, porque tengo que ser tan consciente de que la vida es una mierda, que tal como la vivimos, tal como la sociedad nos impone una rutina, unas obligaciones, unas normas, unas prohibiciones,... es difícil vivir, es un sinsentido, esto no es vida, y a veces pienso que para vivir así, mejor no vivir. 
Hay quién se pone metas, objetivos, cree en algo: en un dios, en el amor,... pero es difícil creer en algo, sino crees siquiera en ti mismo y en que tiene algún sentido el que cada día te levantes, vayas al trabajo, te conviertas en una especie de máquina durante unas ocho horas y luego vuelta a casa,.... ... ... ... y así día tras día. Nadie está contento y sin embargo no hacemos nada por cambiar las cosas porque no sabemos qué es lo que podemos hacer, no sabemos cual es la solución porque no la hay, la única solución, y aunque parezca absurda, es vivir en una dulce ignorancia, ser un iluso, un estúpido que no piensa ni ve más allá que lo que alcance su mirada. No aspirar a nada más que las migajas del pastel que caigan en tus manos, y ya está, ser un conformista, sin apenas voluntad ni decisión, una especie de marioneta que ni de moverse se preocupa porque ya hay otros que se encargan de ello. 
No vale la pena, ¿para qué?... en fin, vivo aburrido y escéptico. ¿La amistad? ¿el amor? ¿la familia?, conceptos que poco me dicen ya, y quizás no sea por desengaños sino porque no creo en sentimientos que son imposibles en una sociedad como esta, o en una vida como esta. El hombre está condenado a no vivir en paz nunca, allá donde vaya, se sentirá obligado a cambiarlo todo y a adaptarlo a su gusto, con la excusa de que es lo mejor. Así va destruyéndolo todo y creando mierda a su alrededor, porque si algo hay perdurable que pueda crear el hombre es mierda: suciedad y basura allá por donde pasa. 

No existe un dios, no existe un diablo, estamos solos ante nuestro destino y de él deberíamos ser dueños, pero no es así, nos imponemos normas, absurdas en su mayoría para dominar la vida y las acciones de los demás. No existe un dios, no existe un diablo, porque si así fuese, ya se hubiesen encargado de destruir la humanidad, en vista de lo imperfecto de su naturaleza. El hombre es un gran fallo en la naturaleza, una imperfección, un virus que mata poco a poco. 
Quizás existan, y quizás no lo destruyen ¿porqué quién creería entonces en ellos?, ¿cual seria la razón de su 'existencia', ya que el hombre es el único ser 'racional' sobre este planeta que puede crear y creer en cosas irreales como entes superiores, ¿quién entonces iba a creer en ellos?, ¿quién iba a adorarlos y a alimentar su vanidad?. 

No creo que le haya pedido demasiado a la vida, en realidad bien poco, esperaba algo más y ese algo más no ha llegado y no llegará (me temo). Sinceramente me gustaría estar a gusto con lo que tengo, y es eso precisamente lo que quiero pero no lo consigo, siempre quiero algo diferente a lo que tengo y cuando obtengo ese algo distinto (cuando lo logro) parece que ya no es tan bueno como pensaba o parecía, y es cuando miro hacia otro lado (para tratar de olvidar de eso que tengo y que no es lo que yo quería) y descubro que no, que estaba equivocado, que precisamente esta ahí, mi meta, mi objetivo, mis anhelos están ahí, y comienza la lucha otra vez para tratar de obtener ese otro 'caramelo' que he visto, y que llena otra vez mi vida con una ilusión, una nueva meta a conseguir. Pero la magia siempre desaparece cuando lo consigo, en los casos que no lo consigo, esa es la razón de mi malestar, de mi 'desgracia', el no conseguirlo, porque así justifico mi insatisfacción, mi desgana de vivir, mi completa indiferencia ante los acontecimientos. Saber esto y no saber que hacer para solucionarlo es desesperante. Cuando hace años tuve la lucidez de intentar suicidarme, ese creo que fue el momento más pleno y consciente de toda mi vida, el más real y más consecuente. Nada hay en esta vida que pueda llenar este enorme e insaciable agujero negro que anida en mi interior, todo se lo traga y desaparece como si nunca hubiese existido. El Vacío es mi sino y mi sentido de vivir, porque cuando eres joven te engañan con falsas promesas e ilusiones sobre la vida, y nada de ello es cierto. La vida no es gran cosa, además de no darte nada, es simplemente una estancia en una gran mansión, la cual no es más que la estancia contigua ni menos que la otra ni la de más allá,... todas son igual de insignificantes y carentes de sentido, porque no existe ese sentido que nos empeñamos en imprimir a todos nuestros actos y a todas nuestras decisiones. Nada de lo que hagamos va a cambiar nada realmente, nada,... porque nada somos y en nada nos convertiremos, por los siglos de los siglos hasta el final de esta mierda de mundo.


 

La gente me produce asco, tengo asco hasta de mi mismo. Deseo una destrucción completa de todo lo humano, incluidos ellos e incluido yo, ya que no soy especial ni mejor que ellos. Soy una mierda más puesta en este mundo sin mi aprobación. 
27 años son más que suficientes para poder soportar todo este absurdo que me rodea y que me invade, es suficiente para ver que todo lo que hacemos no servirá de nada, que ningún sentido tiene seguir sufriendo y siguiendo una rutina estúpida que no nos conduce a nada. Mierda de vida, mierda de sociedad, mierda de gente, mierda de sistema,... MIERDA, mi palabra favorita, sólo ella es capaz de describir sin esfuerzo mis pensamientos. 
Madrugo por las mañanas y pienso con ironía: "¡Bien, otro día más sobre este planeta!. Levantémonos, vamos a producir la ración de basura de hoy.". Me levanto, no sin un gran esfuerzo de voluntad (la cual hay que reconocer es considerable, me pregunto de dónde sale), toso (el tabaco dicen que mata, poco a poco). Salgo de casa, con ojos dormidos, mi mente todavía atontada, los cascos de mi discman en mis oídos (la música es lo único que soporto a esas horas, y casi es lo único que soportaría a cualquier hora). Me dirijo con paso raudo a la estación de tren, que me llevará a mi y al resto de las abejas obreras a esos campos de concentración mal llamados empresas. Cuando llego, mi cara (ya con un rictus de amarga tristeza) empeora hacia un enfado que no puedo dirigir contra nadie, porque nadie es culpable y al mismo tiempo, lo somos todos y hacia todos lo dirijo. No hablo, apenas saludo (¿Buenos días?, no para mi, desde luego), me siento en mi cubiculo, en mi celda. Aun encima, es verano, hace calor, y el aire acondicionado crea una malsana atmósfera artificial que perjudica más mis pulmones, ya jodidos por el tabaco. 
Al cabo de un rato, llega el jefe, ese temible bastardo, que se cree algo, que se cree que nos posee, cuando realmente no tiene nada, realmente no es nada, nada más que otra mierda con patas que camina con una falsa seguridad en si mismo. Me río de su seguridad, me río de su ficticio poder, porque cuando la muerte llega (y afortunadamente siempre llega) nada de lo que tiene o cree tener, le va a impedir pudrirse bajo tierra entre los gusanos. 
Tomo un café, el estimulante que necesito para mantenerme despierto y no caer en el sopor del aburrimiento, y en un sueño que trata de apoderarse de mi ser. Un sueño que realmente seria bienvenido, y mejor aprovechado que estas horas muertas de mi vida que paso aquí encerrado entre estas cuatro paredes mugrientas. 
¿Por qué no dejarlo?, ¿por qué no escapar?... sí, suena bien... ser libre, romper las cadenas... pero es irreal. Si sigo vivo (cosa que continuamente me planteo) y tal como están las cosas, necesito dinero para comer, pagar una vivienda, ... Y no me pienso convertir en un vagabundo, porque ya es bastante dura y asquerosa la vida como para aún encima tener que depender de la caridad humana. No, para ser libre realmente, sólo hay una solución: la muerte. Aunque no haya nada después de ella, cosa que no sé, es la única salida para ser libre, realmente libre. Se terminan entonces las ataduras, trabajar, pagar, llorar, sufrir, reír, soñar, enfermar, el miedo, el amor, el odio, ... Sólo necesito el método adecuado y podré hacerlo, porque hasta ahora, he fallado. 

Pensándolo bien, no me hubiese importado nacer si en lugar de ser humano, con su supuesta inteligencia, hubiese nacido animal. Cualquiera, me es indiferente: desde una mosca hasta un elefante... Pero al fin y al cabo, animal, ser que sólo existe y vive, no se preocupa de mañana, no se preocupa de lo que hizo ayer. Para él solo existe el ahora, un ahora que cambia según sus necesidades: comer, procrear, descansar, ... Así debiera ser nuestra vida: vivir el ahora, sin preocuparnos de nada más, sin tantas normas, sin tantas complicaciones, sin tantas fronteras, ... Ser, existir, vivir, nada más... No deberíamos pensar tanto, los que lo hacemos y los que no, felices ellos porque de ellos es el reino de la felicidad y la ignorancia (eternas compañeras). 

Soy egoísta, dicen, y lo reconozco. Sólo pienso en mi, no hago más que quejarme, sin pensar en que los demás también sufren... Pues si también sufren y quieren acabar con esa agonía, ¿qué coño estamos haciendo?, ¿por qué no nos ponemos de acuerdo y lo cambiamos todo? o mejor, ¿por qué no nos ponemos de acuerdo y nos autoexterminamos todos?. 

¿Por qué me siento tan asfixiado? ¿por qué tan aislado? ¿por qué tan agobiado?... ¿Quién me ha enseñado a ser así?, ¿por qué he elegido este camino de penuria y sufrimiento?... ¿Alguien me podría ayudar?, sólo me gustaría ser idiota para no preocuparme tanto, o ser tan inteligente que desde mi superioridad no me afecte tampoco la mediocridad y la rutina. ¿Alguien tiene la sabiduría? ¿alguien la llave de la tranquilidad?... No quiero morir, pero tampoco vivir así, y no existe punto intermedio, o mejor dicho, sí que existe y en él estoy: malviviendo, una especie de zombi, un muerto en vida que no se decide por ninguno de los dos caminos porque no es capaz de llegar a ninguno de ellos. Soy así desde muy joven, casi podría decir que desde que tengo uso de razón. Es demasiado tiempo para sufrir. Siempre pensaba que cuando creciese, la madurez y la experiencia me ayudarían y vería la luz al final del túnel, incluso (era demasiado romántico todavía) que el amor podría sacarme de la oscuridad, pero el tiempo pasó, los amores también,... y nada me ha ayudado, nada ni nadie, porque he llegado a la conclusión de que si hay salida (cosa que ya dudo) debería estar dentro de mi y que si no la he encontrado es porque esa salida no existe.

 

 

 

 

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Aforismos

 

 

 

-Para vengarnos de quienes son más felices que nosotros, les inoculamos -a falta de otra cosa- nuestras angustias. Porque nuestros dolores, desgraciadamente, no son contagiosos.

 

- Para dominar a los hombres hay que practicar sus vicios y añadir a ellos alguno más. Véase el caso de los papas: mientras fornicaban, practicaban el incesto y asesinaban, dominaban el mundo y la Iglesia era omnipotente. Desde que respetan sus preceptos, su poder se degrada: la abstinencia, lo mismo que la moderación, les ha resultado nefasta; convertidos en personas respetables, nadie les teme ya. Edificante crepúsculo de una institución.

 

- Hemos saboreado todos el mal de Occidente. Sabemos demasiado del arte, del amor, de la religión, de la guerra, para creer aún en algo; hemos perdido además tantos siglos en ello... La época de la perfección en la plenitud está terminada. ¿La materia de los poemas? Extenuada. ¿Amar? Hasta la chusma repudia el «sentimiento». ¿La piedad? Visitad las catedrales: ya no se arrodillan en ellas más que los ineptos. ¿Quién desea aún combatir? El héroe está superado; únicamente la carnicería impersonal sigue de moda. Somos fantoches clarividentes, ya sólo capaces de hacer muecas ante lo irremediable.

    ¿Occidente? Una posibilidad sin futuro.

 

-Quién por distracción o incompetencia detenga, aunque sólo sea un momento, la marcha de la humanidad, será su salvador.

 

-Nadie puede conservar su soledad si no sabe hacerse odioso.

 

- Tanto he mimado la idea de la fatalidad, a costa de tan grandes sacrificios la he alimentado, que ha acabado por encarnarse: de la abstracción que era, ahora palpita irguiéndose ante mí, aplastándome con toda la vida que le he dado.

 

-«Señor, sin ti estoy loco, pero más loco aún contigo.» Ese sería, en el mejor de los casos, el resultado de la reanudación del contacto entre el fracasado de abajo y el fracasado de arriba.

 

 

 

- Antes se pasaba con gravedad de una contradicción a otra; ahora sufrimos tantas a la vez que no sabemos ya por cuál interesarnos ni cuál resolver.

 

- Sin poseer la facultad de exagerar nuestros males, nos sería imposible soportarlos. Atribuyéndoles proporciones inusitadas, nos consideramos condenados escogidos, elegidos al revés, halagados y estimulados por la fatalidad.

    Afortunadamente, en cada uno de nosotros existe un fanfarrón de lo Incurable.

 

 

 

 

 

-Para poder vislumbrar lo esencial no debe ejercerse ningún oficio. Hay que permanecer tumbado todo el día, y gemir...

 

-Existe un placer innegable en saber que lo que se hace no posee ninguna base real, que da lo mismo realizar un acto que no realizarlo. Sin embargo, en nuestros gestos cotidianos contemporizamos con la Vacuidad, es decir, alternativamente ya veces al mismo tiempo, consideramos este mundo como real e irreal. Mezclamos verdades puras con verdades sórdidas, y esa amalgama, vergüenza del pensador, es la revancha del ser normal.

 

-Lo esencial surge con frecuencia al final de las conversaciones. Las grandes verdades se dicen en los vestíbulos.

 

 

 

-El orgasmo es un paroxismo; la desesperación, otro. El primero dura un instante; el segundo una vida.

 

-No haber hecho nunca nada y morir sin embargo extenuado

 

-Cuanto más se detesta a los hombres, más maduro se está para Dios, para un diálogo con nadie

 

-He condenado con tanta frecuencia toda forma de acto, que manifestarme, de cualquier manera que sea, me parece una impostura, por no decir una traición. -Sin embargo continúa usted respiran- do. -Sí, hago como todo el mundo. Pero...

 

-La mujer fue importante mientras simuló pudor y reserva. iQué deficiencia demuestra empeñándose en dejar de jugar el juego! Ahora ya no vale nada, pues se asemeja a nosotros. Así desaparece una de las últimas mentiras que hacían tolerable la existencia.

 

-El hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón para vivir, la única en realidad.

 

-Habiendo vivido día tras día en compañía del Suicidio, sería injusto e ingrato que lo denigrara ahora. ¿Existe algo más sano, más natural ? Lo que no lo es, es el apetito rabioso de existir, tara grave, tara por excelencia, mi tara.

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Entrevista imaginaria a Emil Cioran
Rafael Rattia

Jueves, 13 de enero de 2005

 

 

Rafael Rattia: ¿Monsieur Cioran, muchos escritores hablan de su infancia como un período paradisíaco y feliz que influye notablemente en la conformación de su obra literaria: qué puede decirnos de su infancia en Rasinari?

E.M.Cioran: La felicidad de la infancia es una redundancia; pienso que la ausencia felicidad es la que antecede a la existencia. Sólo ese período a-histórico en que permanecemos en la bolsa amniótica merece ser calificado de feliz. Si Usted se toma la molestia de observar atentamente a sus semejantes, no le será difícil advertir que “respirar” es la tortura más insoportable que le ha sido dado sufrir a la especie humana. La sociedad en general no es otra cosa que un “infierno de salvadores”. Si la felicidad es una dádiva proveniente de cualquier esfera del poder, la misma está destinada a convertirse pronto en fuente de desgracia y calamidad para el individuo. Solo los espíritus atormentados en su niñez pueden eventualmente prometerse en el curso de sus vidas la ilusión de esta fata morgana que los psicólogos denominan “felicidad”.

Rafael Rattia: ¿A qué le atribuye esa vehemencia, esa irrefrenable pasión por las ideas fascistas que lo mantuvieron prendado a la admiración de los movimientos ultraderechistas de su país en los años veinte?

E.M.Cioran: Desde siempre intuí que la lucidez y la pasión por el conocimiento llevan irremediablemente a quien las practica a una especie de enfermiza obsesión. Permítame decirle que soy de los que piensan que toda convicción política y filosófica comporta intrínsecamente un germen eclesial y una semilla dogmática. Yo soy un desesperado desde antes de ser concebido. Es incompatible ser de izquierda y al mismo tiempo ser pesimista. En mi juventud leí con enfermizo interés a Nietszche, Schopenhauer a los escépticos antiguos y déjeme decirle que cuando se muerde el polvo de la sabiduría ya no se tiene disposición para continuar en el espejismo de las utopías degradadas. El verdadero espíritu filosófico es incompatible con cualquier proyecto de sociedad futura. Cuando se atisba la verdad esencial ya no se quiere transformar nada; se llega incluso a desear que el aire no cambie, que el mineral se quede en su estado original y que los continentes y las estrellas continúen inmutables hasta el fin de los tiempos. Un espíritu despierto no quiere redimir a nadie de su “esclavitud” pero tampoco desea ser partícipe de ninguna intención para “transformar el mundo”. Desde muy joven comprendí que “la lucidez es incompatible con la respiración” y que la salvación, si tal cosa fuera posible, sólo es posible imaginarla desde una radical individualidad. Hay un asco en mi constitución biológica hacia todo lo que signifique querer darle inconsultamente felicidad a la gente. Nadie puede ser libre no lo desea desde su más honda naturaleza y el gran handicap ideológico de la izquierda mundial ha sido el querer abolir un tipo de esclavitud económica para instaurar una peor: la enajenación mental, la esclavitud espiritual, la religión del optimismo demencial.

Rafael Rattia: Hace diez años que alzó en vuelo del Búho de Minerva, tenga la gentileza de decirnos a quienes aún creemos estar vivos, qué extraña de todo cuando significó su paso por la existencia?

E.M.Cioran: Muchas cosas: ah, son tantas las cosas que añoro. Me gustaría estar vivo para continuar blasfemando la vida. Siempre quise ser un mortinato y por ello escribí “El inconveniente de haber nacido” ese virulento y exacerbado tratado contra futilidad de vivir. Lo que más me hiere no poder disfrutar aquí donde me encuentro es la imposibilidad de gritar con orgullo casi infantil mi condición de apátrida. Quisiera volver a escarnecer los nacionalismos y los falsos patriotismos que proliferan por doquier en esta “era de hierro planetaria”. Las banderas son engrudos que sirven para justificar cualquier apetito voraz de poder antropófago. Toda bandera es un vomitivo que causa más daño en la psique del ser humano que cualquiera de las enfermedades clínicamente detectadas por la ciencia médica. Las patrias son fuentes de desvaríos y desequilibrios de la razón.
Muero dos veces al no poder reunirme con mis amigos: Borges, ese “último delicado” que era capaz de sacrificarlo todo por la valoración estética del matiz, esa replica políglota de Homero que tantos momentos de suprema alegría vivimos juntos en nuestras largas conversaciones por los Jardines de Luxemburgo o en algún discreto parque parisino. Quisiera vivir para ser invisible como él mismo me confesó en alguna oportunidad. Igual extraño profundamente las visitas de Henri Michaux a mi apartamento de la Rue L’odeon; su fantástica imaginación y su asombrosa capacidad para conversar sobre temas abstrusos e insondables. Por él descubrí que la anécdota es en cierto modo el combustible que mueve toda la maquinaria del mundo real e imaginario y no sabe cuánto agradezco ese descubrimiento.

Rafael Rattia: Señor Cioran, porqué sus fobias a aparecer en la TV francesa o su reticencia a conceder entrevistas a los grandes medios de comunicación de Europa. Alguna razón especial para no hacer concesiones en esa materia?

E.M.Cioran: Fíjese, en la Antigüedad griega no había TV ni periódicos ni estaciones de Radio. En un olvidado libro escribí que en cierta ocasión un obispo africano quiso cambiar un transistor por una cabra a un campesino. Es la viva ejemplificación de lo que yo siempre quise: ser leído y conocido por mis libros y mi pensamiento antes que por la fachenda de figurar en el hórrido mundo de la imagen y el espectáculo. Puedo jactarme de decirlo: nunca pasé un solo día de mi vida sin escribir una línea. Parafraseando a un estratega militar suramericano: el colmo es llamarse escritor para no serlo. Escribo infatigablemente todos los días del año sin pensar en el destino que tendrán esas páginas que emborrono. Soy un ermitaño que logró salir de los Montes Cárpatos y hacerse un ciudadano cosmopolita a través de los libros y la lectura. Esa condición de eremita la cuido celosamente y no admito que la Gran Maquinaria del mercado literario me recupere para fines crematísticos y publicitarios. Desde la publicación de “Breviario de Podredumbre” me prometí no conceder entrevistas ni aceptar homenajes institucionales, pues siempre quise ser fiel a mi propósito de ser un “escritor de la sombra”. Jamás me dejé encandilar por el síndrome del vitrinismo que tanto sedujo al vedettismo intelectual internacional.

Rafael Rattia: Cuando el lector se enfrenta a su Obra advierte una dicotomía: por un lado en su escritura está un Cioran amargado, bilioso, huraño, decepcionado del mundo y de la vida; y por el otro, en el plano personal e íntimo, uno diametralmente distinto: hilarante de optimismo, chistoso, ameno y afable; en fin, la otra cara del escritor universalmente conocido. Cómo explica esa disyunción?

E.M.Cioran: Es sabido que la naturaleza humana es una y múltiple simultáneamente. No se concibe una caracterología unívoca ni unilineal. El ser es plural por antonomasia. Yo soy yo y “autre” –como gustaba afirmar a Rimbaud-. En mí cohabita el cielo y el infierno. Soy la herida y el puñal como dice el “heautontimoroumenos” de Baudelaire. Si tuviera que volver a escribir mis libros no quitaría ni una coma, ni un punto, ni un acento de ninguno de mis libros porque cada palabra responde exactamente a un determinado estado del alma y a un particular temperamento de mi sangre. Todo aquél que ha leído mis libros sabe que escribo para evitar el traspaso de los límites de la sensatez y la cordura. Lo que Usted llama “los dos Cioran”, en realidad es uno solo. Lo que sucede es que uno de ellos se desdobla para evitar que el otro desaparezca. ¿Entiendo lo que intento decirle? Ahora bien, no existe un propósito deliberado en mí para alimentar esa leyenda que se ha tejido alrededor del escritor; no obstante tampoco tengo mucho interés en hacer nada para disipar el mito literario.

Rafael Rattia: ¿De dónde proviene esa manía suya por el fragmento, esa obsesión por la frase breve, esa fiebre del laconismo. Acaso se trata de una elección de estilo?

E.M.Cioran: Mi escritura es el lógico y natural resultado de mi aversión a la sistematicidad en la filosofía. Soy esteta del aforismo porque mi ADN está imposibilitado para el Sistema. Todo lo que conduzca el pensamiento sistemático es asfixiante y aniquila la libertad de asociación de la ideas en su estado larvario que es, a fin de cuentas, lo que más me interesa como escritor. Tengo una máxima que me ha acompañado desde que adopté la escritura como forma de vida: “desconfiad de aquellos que quieren encerrarte dentro de una determinada concepción del mundo: obnubilan pero no iluminan el camino de la sabiduría.” Sueño con una civilización donde la concisión del poema sea elevado a la categoría de santidad. La reflexión sistemática es por definición exigente y no admite que te contradigas; en cambio cuando piensas por retazos, fragmentariamente, puedes contradecirte sin tener que pagar el vergonzoso precio del remordimiento y ello me gusta porque se aviene como anillo al dedo a mi temperamento. Porque eso es lo que soy: un escritor de temperamento, que escribe por mandato de sus estados de ánimo. Una vez dije que “era el secretario de mis sensaciones”. Hoy ratifico esa sentencia íntegra y añadiría: me gustaría ser el amanuense de mis fobias y mis ciclotimias.

 


Fuentes

-De Wikipedia, la enciclopedia libre

- Cioran, del rumano al francés por Edgardo Cozarinsky

-Tormentos: Recursos para la Auto-destruccion

-Silogismos de la Amargura, Ese maldito yo,  publicado por Tusquets Editores en su colección "Marginales". "El inconveniente de haber nacido", E. M. Cioran, Taurus
Ediciones, 1991

-Venezuela Analitica: Entrevista imaginaria a Emil Cioran por Rafael Rattia


 

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